Nosotros como especie, hemos sabido
desarrollarnos e ir superando las barreras que la naturaleza y el entorno nos
han planteado. Al principio encontrábamos la solución mediante la experiencia
en el sentido más puro de la misma, de forma que aprendimos a que el fuego
quema, quemándonos. Conforme avanzamos como especie aparecen las sociedades, y
es que el ser humano, en su condición, tiene la necesidad de vivir en sociedad.
Es pues, a partir de aquí cuando los problemas y las barreras comienzan a tener
una solución a partir de la interactuación de las personas que componen dicha
sociedad.
En la actualidad, la ciencia es la
herramienta que hasta ahora nos había permitido avanzar y descubrir tanto, que
no es extraño encontrar a algún científico que en la historia “jugase a ser
Dios”. Pero el hombre solo puede avanzar y aprender mediante lo que puede ver y
experimentar y es ahí donde aparecen las nuevas tecnologías aplicadas a la
docencia y la investigación.
En principio y según mi consideración, es
la principal finalidad que tienen los avances tecnológicos, si bien y en un
mundo cada vez más complejo, la cuestión de las comunicaciones y la de mejorar
la calidad de vida de las personas han servido de abono para que broten nuevos
usos y aplicaciones de las tecnologías de forma que un ordenador, además de
servir para hacer simulaciones experimentales, también sirve para comunicarnos
con la otra punta del mundo, o ante la quemadura del hombre primitivo que antes
comentaba, pueda ser sanada rápidamente con un gel compuesto de nano partículas
modificadas que potencien la capacidad de recuperación de la piel.
Pero bien, a pesar de todas estas
aplicaciones que nos ofrece la tecnología, lo cierto es estas no tienen sentido
por sí mismas. Las personas somos las que le damos significado y funciones de
manera que se podrían usar para hacer el bien o todo lo contrario. De hecho, un
mal uso de estas puede destrozar el principio de “sociedad” que reside en la
naturaleza humana, abusar de las tecnologías nos podría deshumanizar.
En definitiva, como todo en esta vida,
siempre es necesario lograr un equilibrio y el mejor de los usos de cada cosa,
porque hasta el agua, que es necesaria para vivir, en exceso nos mataría.
Francisco Jesús Toledo Barroso